La pluma invitada. Mª Auxiliadora Díaz Velázquez

La Cátedra de Derechos Humanos y Estudios Críticos de Género de la ULPGC, que dirige y financia el ICI, reunió a principios de noviembre a juristas y profesionales en una jornada en la que reflexionaron sobre los delitos sexuales, la definición del consentimiento, su alcance penal, así como en las diferentes formas de violencia sexual contra las mujeres que padece la sociedad. La magistrada Auxiliadora Díaz Velázquez*, directora de la Cátedra, reflexiona en este artículo sobre una de las violencias más invisibles para la sociedad: la prostitución y la pornografía.

La pornografía, una institución de desigualdad

Una de las manifestaciones más graves de violencia contra las mujeres, son precisamente aquellas que son invisibles a los ojos de nuestra sociedad, como la prostitución y la pornografía. Es necesario entender que lo que vemos en la pornografía, no es un acto voluntario, libre, sino todo lo contrario, esconde uno de los más graves ataques contra los derechos humanos de las mujeres, como es vivir en un mundo libre de todo tipo de violencia.

Estas manifestaciones no son inocuas, sino que afectan gravemente a nuestra sociedad y a la sociedad del futuro.

La pornografía no es fantasía, como decía Dworkin, sino que es violencia sexual en directo. Lo que vemos son mujeres sobre las que se ejerce violencia sexual, tolerada, admitida y normalizada por todos y todas, eso sí, como dicen algunos, “basada en el libre consentimiento”.

El concepto de pornografía proviene del griego antiguo y es la unión entre porne y graphos.

La porne, era la prostituta más baja de la sociedad; eran prostitutas accesibles a todos los hombres ciudadanos. Era una esclava sexual.

Graphos significa representación gráfica (escritos, objetos, etc.)

La pornografía no es fantasía, como decía Dworkin, sino que es violencia sexual en directo. Lo que vemos son mujeres sobre las que se ejerce violencia sexual, tolerada, admitida y normalizada por todos y todas, eso sí, como dicen algunos, “basada en el libre consentimiento”.

Las mujeres son utilizadas como “objetos”, las cuales son usadas como cosas y por supuesto, donde su consentimiento nunca es tenido en cuenta. Se usan los cuerpos o trozos de cuerpos de las mujeres con total normalidad.

El problema que esto representa, es que los hombres que consumen pornografía y salen a la calle, consideran que los cuerpos de las mujeres son accesibles y su consentimiento no es relevante; que cuando una mujer dice NO, en realidad quiere decir SI, como ocurre en la pornografía.

El consumo de pornografía ha dado lugar a un gran incremento de los delitos contra la libertad sexual, sobre todo, las violaciones grupales, las cuales se han incrementado de manera exponencial en los últimos años.

El problema que esto representa, es que los hombres que consumen pornografía y salen a la calle, consideran que los cuerpos de las mujeres son accesibles y su consentimiento no es relevante; que cuando una mujer dice NO, en realidad quiere decir SI, como ocurre en la pornografía.

La industria pornográfica tiene mucho que ver con este incremento, además reconoce que los accesos a páginas pornográficas han aumentado desde el año 2016 hasta la actualidad, produciéndose un crecimiento de más del 62% durante el confinamiento.

Según una de las mayores industrias pornográficas, llamada pornhub, el acceso a dicha página ha sido, en 2016, de unas 23 mil millones de visitas, en 2017, 28,5 mil millones, en 2018, 33,5 mil millones de visitas y en 2019, 42 mil millones de visitas. Actualmente, no existen más datos publicados, a pesar de saber que durante el confinamiento hubo un incremento exponencial.

Debemos preguntarnos por qué no han querido recoger los datos a partir de 2020, cuando se entiende que dichas visitas se han incrementado, no creo que sea por pudor, pero no encuentro una respuesta.

El 91% de los adolescentes consumen pornografía habitualmente.
Esto supone, que los jóvenes consideran la pornografía como “una escuela para aprender sexo” cuando, en realidad, es una “escuela donde se aprende a ejercer violencia sexual sobre las mujeres”.

El acceso a la pornografía se produce tanto por adultos como por niños y niñas. Según informe Robb y Mann en 2023, el acceso a la pornografía tiene lugar por primera vez a los 7 y 8 años y siempre a través de la tecnología (iPad, móvil, ordenador, etc.)

Lo que es realmente preocupante es que el 91% de los adolescentes consumen pornografía habitualmente, o todos los días, o una vez por semana, según dicho estudio. Esto supone, que los jóvenes consideran la pornografía como “una escuela para aprender sexo” cuando, en realidad, es una “escuela donde se aprende a ejercer violencia sexual sobre las mujeres”.

Según este planteamiento, las mujeres deben aprender a satisfacer a los hombres, en todo momento y lugar, mientras que los hombres aprenden a ejercer violencia sexual sobre las mujeres, porque consideran que es eso lo que se espera de ellos.

El consumo de pornografía no es algo inocuo, sino que produce adicción, disfunciones sexuales en relaciones compartidas e impacto psíquico, como inseguridad, depresión, aislamiento. Esa es la sociedad que estamos creando para nuestros hijos e hijas.

Como dice Mónica Alario, existe una asociación entre sexo y violencia, entre sexo y humillación y entre sexo y abuso, que se va integrando en nuestra vida cotidiana hasta el punto, que pensamos que es bueno consumir pornografía, que es valioso y que solo es SEXO.

En realidad, estamos creando una sociedad que se va construyendo desde la desigualdad, impregnándose en nuestro ser hasta el punto de no reconocer que lo que vemos es violencia sexual y que es una de las mayores manifestaciones de desigualdad social.

*María Auxiliadora Díaz, autora de este artículo, es magistrada del Juzgado de Violencia contra la Mujer número 2 de Las Palmas de Gran Canaria.

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